Una mare d'Atenes

El text que us presento és de  Lisias (458-380 aC) un orador àtic que s'encarregava d'escriure els discursos pels judicis. En aquest cas ens ha arribat el discurs que va escriure per a Eufilet, per a que es defenses del càrrec d'homicidi. Sembla que ell i els seus amics van matar a Eratostenes en trobar-lo al llit amb la seva dona.

Com deia l'altre dia, és difícil quan fem història, que puguem captar l'atmosfera d'una època. Crec que aquest discurs és un d'aquests pocs moments on podem apropar-nos-hi. En aquest cas es relata una escena de l'Atenes clàssica. El passatge és llarg, però m'era impossible triar algun fragment, perquè penso que el conjunt és molt interessant. Pel que respecte al nostre tema, podem veure les formes com les mares cuidaven als fills, com els alletaven i, fins i tot, com utilitzaven el recurs del collit. Però també ens fem càrrec de la situació de la dona a Atenes. 

Les dones atenenques vivien en un règim de reclusió i sotmetiment dels més durs que coneixem per època antiga. No podien quasi al carrer i si ho feien havien de fer-ho tapades. Quan hi penso em ve al cap cures escenes que ens arribem pels mitjans de comunicació de l'actual Afganistan, per exemple. Atenes, en canvi, és el bressol de la civilització occidental, que hi farem. 

Com em parlat en una altra entrada, el moment dels funerals, on elles eren protagonistes, era un dels més perillosos... Però bé, deixem els comentaris, el millor és apropar-nos a un testimoni directe.

Ens trobem al segle V aC. El tribunal atenenc està format per 200 o 400 ciutadans (és a dir homes majors de 30 anys), davant d'ells Eulifet es disposa a justificar els seus actes amb el discurs que li ha escrit Lisias. Escoltem-lo:

Atenienses, cuando decidí casarme, y traje una mujer a mi casa, me sentí inclinado durante un tiempo a no molestarna ni poner impedimento para que ella fuera libre de lo que deseara. La vigilaba cuanto me era posible y desempeñé mi deber como un marido serio. Pero cuando nació mi hijo comencé a confiar en ella plenamente, y puse todas mis posesiones en sus manos, presumiendo que esta era la más gran prueba deconfianza.

Al principio, ateninenses, ella fue la mejor de las esposas. Era sensata, económica y todo lo mentanía limpio en casa. Pero por entonces murió mi madre; y su muerte fue la causa de todos mis problemas. Pues cuando mi mujer asistía a su funeral fue vista po este hombre y, con el tiempo, consiguió seducirla. Él, busco a nuestra esclava y cuando iba al marcado le hizo proposiciones y la corrompió.

Ahora, caballeros, debo decirlos que tengo una pequeña casa de dos pisos, con las habitaciones de las mujeres en lo alto y abajo, las de los hombres, con igual espacio en cada piso.

Cuando nació nuestro hijo su madre lo amamantó, pero con objeto de evitar el riesgo de que cayera por las escaleras cada vez que bajaba a limpiar al niño, yo pasé a ocupar el piso de arriba y mi mujer el de abajo. Y así, se hizo costumbre en mi mujer el bajar al piso de abajo y dormir con el niño, de forma que pudiera darle el pecho y evitar que llorase.

Tal fue la situación durante largo tiempo y jamás yo entré en sospechas pues era tan simple que creí que mi mujer era la más casta de la ciudad.

Paso el tiempo, caballeros; yo llegué inesperadamente a mi casa, viniendo del campo, y después de la cena mi hijo comenzó a inquietarse y llorar. Realmente la esclava lo estaba molestando a propósito para hacerlo llorar pues el hombre estaba en casa, como supe más tarde. 

Le dije a mi mujer que bajara y diera de mamar al pequeño para que dejara de llorar. Al principio no quiso hacerlo, como si se sintiera muy contenta de que yo hubiera regresado después de tan larga ausencia. Entonces me enfadé y le dije que bajara. 

"Ah, sí -dijo- así puedes intentar trare aquí, contigo, a la esclava, como lo has hecho antes otras vces, cuando estabas borracho"

Yo me reí. Ella salió de la habitación y cerró la puerta, como si fuera una broma, dándole una vuelta a la llave. Yo, sin pensar nada acerca de todo ello, sin la mínima sospecha, me alegre de poderme ir a dormir despues de una larga jornada desde el campo. 

Hacia el amanecer ella volvió y abrió la puerta. Le pregunté por qué las puertas habiéna estado rechinando por la noche. Me contestó que la lámpara del niño se había apagado y que había ido a pedirlo otra a la vecina. 

Yo me callé, pensando que realmente había sido así. Pero me pareció, caballeros, que ella se había puesto maquillaje en la cara, a pesar de la muerte de su hermano, hacía treinta días. Aún así, no dije nada sobre ello, simplemente me marche sin pronunciar palabra. (Lisias, 1.6-14) 

(Aquest passatge l'he extret d'un llibre que és un clàssic sobre la matèria, Diosas, rameras, esposas y esclavas. Mujeres en la Antigüedad clásica, de Sara b. Pomeroy, concretament a la pàgines 99-100. Si us interessa el tema de la situació de la dona a l'Antiguitat, ús el recomano: És amè i proposa molts exemples aclaridors. )